Un nuevo álbum
Corres a bajarlo de dónde puedas, lo buscas y lo encuentras. Lo metes en tu iPhone sin miramientos, ya es tarde y solo ansías que amanezca, para disfrutar de ese nuevo dulce, de ese nuevo postre que probablemente te llevará a lugares que no sabías que existían.
Amanece, tras el estrés matutino, se te hace tarde, ejecutas tu rutina con el triple de rapidez, te sorprendes. Te encuentras esperando el taxi, escogiendo el nuevo álbum y por fin le das play.
Empiezas a conectarte y deseas reencontrarte con el minúsculo pedazo que te hizo iniciar esta travesía. No lo encuentras, no porque lo hayas olvidado, sino porque ahora es un todo y hay millones de minúsculos momentos que te envuelven en la misma sensación inicial. Reconoces todo y sabes que siempre estuvo ahí.
Te imaginas en esa escena de la película y la conviertes en algo mejor, en tu propia escena.
Canción tras canción, te sumerges en un verdadero mundo paralelo, y cuando menos lo imaginas, estás escuchando el último track y te das cuenta que, como siempre, fue sabía tu decisión de ejecutar el Shazam para saber qué rola estaba tocándose en ese momento mágico de adicción.